27 marzo 2010

el machismo no existe

José Muñoz Cota nació en Hidalgo del Parral, Chihuahua, México, el 13 de marzo de 1907 y falleció el 21 de enero de 1993, fue escritor, orador, maestro, funcionario público, secretario particular de Lázaro Cárdenas, embajador, periodista y diputado federal.





Supe de él por su trabajo en oratoria y por su petición de que sus libros sean regalados pues la cultura no se debe vender.

Por fortuna me regalaron el libro "Diálogos con los jóvenes" y en él encontré el siguiente maravilloso discurso donde me deja muy claro porque el machismo mexicano no existe.


Discurso pronunciado en Toluca al finalizar el curso de oratoria 1989:


Sucede que hace ya muchos años, visitando El Louvre en París, me detuve un momento muy largo, frente al cuadro de Leonardo que representa La Monna Lisa.

La Monna Lisa se inmortalizó por esa sutil sonrisa que tiene, por ese gesto inconfundible: ¿Qué es La Monna Lisa? ¿Qué fue La Monna Lisa? ¿Qué esta pensando La Monna Lisa? ¿Qué siente La Monna Lisa?, y entonces me entró una duda: ¿así es la mujer, como La Monna Lisa, bella pero misteriosa, dulce pero hermética?
Porque nosotros los hombres - y lo confieso- no podríamos jamás quitar el séptimo velo de la existencia y decir qué color, qué forma, qué manera, qué ritmo hay en el alma secreta de las mujeres.


Guillermo Valencia, gran poeta colombiano, arquitecto del verso, nos dejó tres líneas que sintetizan el fondo de la admiración a la mujer:


"Nunca bebas, me dijo, del licor femenino
que es licor de mandrágoras
y destila demencia"

Claro, ese licor tiene el don maravilloso de envolver al hombre, de encantar al hombre, de hechizarlo, le crea una atmósfera de ensueño, de poesía, de pasión, de quimera y entonces el juicio, el juicio lógico frente a la razón pura, cortante y desnuda se escapa de los dedos. ¿Quién es la mujer en realidad? ¿Qué es? ¿Es Dalila a quien uno de los oradores citaba? ¿Es Ruth, exquisita mujer bíblica que va buscando las espigas no almacenadas para llevarlas a la madre del esposo muerto? ¿Es Esther que embellece su cuerpo cuarenta días y cuarenta noches para convencer al rey y salvar a su pueblo, al pueblo de Israel? ¿Es Jezabel la malvada, a la que devoran los perros? ¿Qué es la mujer?







Es María, la madre de Jesús, toda ternura, discreción, sumisión y dulce acatamiento que figura en la historia bíblica un instante nada más, porque yo no sé si ustedes habrán leído la Biblia y si no la han leído, háganlo para que vean cómo la figura de María entra en la penumbra, toma un segundo lugar, espontánea y dulcemente, y no vuelve a aparecer después de las fiestas de Canaán, hasta el momento que está al pie de la cruz llorando al hijo muerto.


¿Qué es la mujer? ¿Qué significa la mujer? La mujer ha cambiado de valor a lo largo de la historia.

En la Odisea del divino Homero, Penélope no tiene ninguna importancia. El hijo de Telémaco, la manda al Gineceo cuando va a asuntos serios, asuntos de familia, dada la pretensión de los hombres que quieren despojar a Telémaco del castillo, la fortaleza, la mansión del propio Odiseo desaparecido después de Troya.


La mujer no tiene en la Grecia, madre de la cultura, ningún valor positivo, ninguna acción, dentro de los asuntos públicos de la historia.
¿Qué es la mujer en la Roma imperial? Es la matrona, la consejera, en cierto modo la soberana, pero no tiene participación alguna en el gobierno de Roma, ni voto en la decisión de los Cesares Augustos.

¿Qué es la mujer en la Edad Media? Es la dulce heroína que está en el Castillo escuchando a los oradores, a los poetas, a los filósofos, pero que está tejiendo y destejiendo simplemente, su papel de símbolo de belleza, de ternura, de paz.

Mientras el hombre pelea y va a la conquista, y va a las fiestas de caballería, y cumple el juramento de espada y del honor y lucha por su dama, por su rey y por Dios, como luchara Mío Cid al grito de: "Que lo sepa Jimena", que sepa que estoy venciendo a los moros. No le importa el triunfo, ni le importa el botín como botín, le importa el juicio de Jimena la dulce amada. Pero, de todas maneras, ni Jimena, ni las mujeres españolas de ese momento tienen ninguna influencia en la vida social o económica del reino.


¿Qué es la mujer? ¿Tiene las mismas facultades que el hombre?, ¿tiene las mismas posibilidades?, ¿el mismo talento?, ¿la misma sensibilidad?, ¿el mismo carácter?, ¿la misma voluntad? Estas son las preguntas que hay que hacerse. Pero estas preguntas amigos míos -y yo provoqué el debate para hacerlos hablar a ustedes-, estas preguntas fueron contestadas definitivamente desde la Primera Guerra Mundial.

Ahí es donde empieza y ahí es donde culmina la liberación de la mujer. ¿Cuál fue el fenómeno socioeconómico durante la guerra mundial? Los hombres van a la trinchera, los hombres van a pelear, los hombres abandonan por necesidades bélicas las oficinas, los talleres, las profesiones, aún las más duras, que eran derecho exclusivo del hombre. Él pelea. Él está en todos los frentes de la guerra europea.


Mientras tanto, ¿qué es lo que hace la mujer? Esta ya no es una ficción, es una realidad. Ella ocupa, por necesidad biológica, necesidad económica, necesidad sociológica, los mismos puestos del hombre......Y no fracasaron, se salvó la humanidad no tanto por el fragor de la batalla ni por el heroísmo de los soldados, sino por el trabajo fuerte, inteligente, duro y tenaz que realizaron las mujeres. Termina la guerra. Vuelven los hombres y la mujer, modestamente, pasa otra vez, a ocupar su puesto en el hogar.


El mejor argumento que se ha podido esgrimir en contra de mi juicio, es que la mujer tiene un papel primordial en el hogar, que la mujer es madre, fundamentalmente.


Pero el mundo, sobre todo el mundo económico, la transformación y el cambio han sido una decisión impostergable. Nadie podría seguir sosteniendo ahora el concepto de hogar que todavía se añora en las capillas y en las iglesias.



Pero este hogar de los siglos anteriores no sería ya posible mantenerlo por una simple y tajante razón: porque el padre que antes sostenía el hogar ya no puede hacerlo por razones de carácter económico. La vida ha cambiado en sus modalidades económicas y entonces la mujer ha tenido que trabajar por necesidad, no por gusto, rompiendo así el molde clásico de lo que era un hogar.

¿Hay -me pregunto- incompatibilidad entonces entre el trabajo de la mujer como madre, como directora del hogar y el trabajo de la misma mujer en la oficina, en la cátedra, en el parlamento, en el ministerio, en la vida pública? No la hay. No puede haberla y aunque la hubiera, no sería posible remediarlo.


No podríamos, históricamente, en ninguna parte del mundo, detener el reloj y mandar a la mujer a cuidar, otra vez, a los hijos, a cocinar, a barrer, a sacudir, porque el mundo se ha transformado y exige un mayor trabajo en el cual la mujer es indispensable. De manera que cuando se habla de esta incompatibilidad, es que se quiere poner una venda en los ojos, o se quiere inventar un razonamiento para seguir sojuzgando a la mujer.


El mundo moderno por eso, está exigiendo a los matrimonios que los dos, él y ella, trabajen también dentro del hogar, colaborando con su compañera en los menesteres hogareños, compartiendo la dulce responsabilidad de atender a los hijos. Ya en Inglaterra hay escuelas donde se prepara a hombres y mujeres, técnicamente, en la responsabilidad del hogar.


¿Cuál es entonces el problema real y positivo en estos momentos? Iré muy más allá de todo lo que ustedes han dicho. No es verdad, no siempre ha sido exacto, que detrás de un gran hombre esté una mujer. No me gusta está aseveración. Sólo en los pueblos aborígenes, como por ejemplo los mixes, tras del hombre, caminan las cuatro o cinco esposas. Al frente va el hombre, a un metro la primera esposa, a medio metro la segunda y así sucesivamente hasta la quinta. Son los dos extremos de una actividad injusta.


¿Cuál es entonces el problema? Que la mujer no está detrás, sino al lado del hombre y, en muchos casos la mujer está adelante de los hombres. ¿No siempre le estamos pidiendo consejo? ¿No nos guiamos por su intuición? ¿No queremos que ellas, la madre, la maestra, la novia, la esposa, la amante, nos aconsejen? Y cuando no oímos la voz de la mujer, qué enormes fracasos, qué terribles derrotas. Hay que tener el valor para reconocerlo.


Y tampoco estamos atacando un concepto que siento yo que es falso: el machismo del mexicano. Ya es tiempo de no hablar más de ello. Ese machismo no existe. Lo que existe es falta de educación, falta de una preparación intelectual y moral que nos haga reconocer los derechos humanos, simplemente humanos que tiene la mujer junto al hombre.

El peligro estaría dentro de dos vertientes delicadas; por un lado que su participación en la vida política, la mujer, tuviera una actuación pasiva, en cuanto que la mujer no inventó la corrupción masculina tan generalizada. No inventó la corrupción política la mujer, pero sí es responsable de tener las manos caídas, o los brazos cruzados en actitud pasiva. Esto sí es peligro. Que ella llegue a los puestos principales para someterse al criterio de los hombres no es culpa de los hombres, es culpa de las mujeres.


Y, por el otro lado para terminar, qué peligroso sería incendiar el panorama del mundo con una lucha de sexos, el hombre contra la mujer y la mujer contra el hombre. Pero, yo no estoy inventando el peligro. Veamos la enorme cantidad de asociaciones que se han formado, por ejemplo, en los Estados Unidos en donde las mujeres ya se creen superiores al hombre y están tratando de someter al hombre, y están tratando de esclavizar al hombre, y están tratando de eliminar al hombre. No, amigos, el problema se soluciona, simplemente, con la cooperación fraterna entre la mujer y el hombre.

Ahora sí podemos ver a La Monna Lisa y decirle: ya te entendemos. Te has defendido con esa sonrisa indescifrable, no querías que los hombres te conocieran. Ahora te conocemos, te entendemos y te damos la mano como se le da a los camaradas en medio de fragor de la trinchera.

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Baii

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien dicho. El machismo como se piensa, no existe. Lo que existe es el abuso.

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